miércoles, 20 de abril de 2016

Periodismo, movilizaciones y diferencias



Una de mis frases preferidas del gran escritor y periodista británico George Orwell es la siguiente: “El periodismo consiste en decir cosas que alguien no quiere que digas: todo lo demás son relaciones públicas”
La otra, muy similar y también de Orwell, es esta: “Si la libertad significa algo, es el derecho de decir a los demás lo que no quieren oír“
El sábado pasado, 16 de abril, dediqué mi columna de opinión en Última Hora a la gran movilización de los campesinos y cooperativistas, con un doble tono crítico, dirigido tanto al Gobierno y a la clase política, por su reiterada insensibilidad ante el drama campesino, como también a los dirigentes y organizadores, porque desde mi particular lectura me pareció que estaban desperdiciando la gran fuerza que habían logrado aglutinar, al equivocarse de antagonistas, decidiendo confrontar no solo contra la gente del Gobierno y el Congreso, sino con la misma ciudadanía y con los periodistas y medios de prensa, cuando podríamos ser también sus potenciales aliados.
Si, sé que es un texto muy básico y breve, por lo reducido del espacio en la página, por la premura con que producimos en los diarios, y por algunas cosas más. Sin embargo, es un texto sincero.
Quienes conocen mi trayectoria profesional y mi forma de pensar, saben que me siento más cerca de las históricas luchas populares que de las movidas de los poderosos (aunque a veces no lo parezca). También saben que, con el paso de los años, me voy sintiendo más libre a la hora de escribir, menos populista y menos maniqueo, tendiente a valorar las cosas no solo en blanco o negro, no solo bueno o malo, sin términos medios, sino teniendo en cuenta sus más diversos matices.
Hubiera sido fácil y más cómodo escribir un artículo que solo aplauda la movilización y quizás quedar como un ídolo antes quienes la impulsan y la apoyan, pero me parecía que había cosas que se debían apuntar, aun dejando claro que uno está a favor de estas cosas, siempre.
Había percepciones sobre actitudes o errores de estrategia que me pareció necesario poner de resalto, aun dentro de lo reducido del espacio de la columna, y que quizás merezcan más atención cuando uno las dice desde cerca, desde el afecto solidario pero también desde la observación crítica, y no precisamente desde el otro lado de la trinchera.
Sabía que el artículo no iba a agradar mucho a los compañeros y compañeras de buenas causas compartidas, y de hecho me lo hicieron saber. Me reprocharon que estaba siendo ingenuo, o deliberadamente “un elemento de la oligarquía, o de la prensa burguesa”, o que “hay cosas que pueden ser ciertas, pero no se dicen para no dar elementos al adversario”. Me acusaron de ser parte del cuestionado “cerco mediático”.
Aguanté el chubasco, como siempre hago. Hace rato que le perdí el temor a estas cosas. Pero también recibí varios mensajes de personas que se prendieron al debate y enriquecieron mis premisas básicas.
Hoy, además, recibí una grata sorpresa, cuando me trajeron personalmente a la Redacción una nota firmada por los máximos dirigentes de cuatro organizaciones sociales: la Federación Nacional Campesina (FNC), el Partido Paraguay Pyahura (PPP), la Organización de Trabajadores de la Educación del Paraguay - Sindicato Nacional (OTEP SN) y la Corriente Sindical Clasista (CSC).
Me parece que tiene que ver con lo que decía en el artículo, lo de la “diferencia con otras organizaciones campesinas que buscan empatía y adhesión ciudadana en sus movilizaciones”. Tiene que ver con estilos distintos de construir proyectos y de concebir la militancia. Tiene que ver con no meter a todos en la misma bolsa, con aprender a distinguir y a construir sobre las críticas y diferencias. Tiene que ver con todo eso y mucho más...

Sinceramente, gracias.

martes, 5 de abril de 2016

OPM: La guerrilla que fue aniquilada antes de combatir

La ficha policial de Mario Schaerer Prono, tras ser detenido y muerto bajo torturas en Investigaciones.

En abril de 1976, el intento más serio de crear una resistencia armada en la segunda mitad del gobierno de Alfredo Stroessner, fue desmantelado en pocos días, sin que sus miembros hayan podido llegar a realizar una sola acción. A 40 años de la caída de la OPM, el asesinato de Mario Schaerer Prono y la Pascua Dolorosa contra los campesinos de Misiones, esta es la historia de lo que sucedió.

#CrónicasDeLaMemoria


Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

El estudiante paraguayo Carlos Brañas, quien cursaba la carrera universitaria de medicina en la ciudad argentina de Corrientes regresaba a su país el 3 de abril de 1976, cuando fue apresado por la policía paraguaya al cruzar en lancha el río Paraná, en la fronteriza ciudad de Encarnación, Itapúa.
Al ser sometido a la revisión, se le encontraron varios panfletos críticos contra la dictadura y unos papeles que hablaban de la formación de un grupo político clandestino, que se planteaba derrocar a la dictadura del general Alfredo Stroessner, a través de la lucha armada.
Gracias a la detención de Brañas, el régimen pudo enterarse de un nuevo proyecto de organización guerrillera que se había empezado a articular en la década de los 70, retomando el proyecto trunco y totalmente aniquilado de los movimientos 14 de Mayo y FULNA.
"El intento más serio de crear una resistencia armada en la segunda mitad del gobierno de Stroessner fue el del grupo clandestino denominado OPM, siglas de la Organización Político Militar. Aunque su existencia fue descubierta antes de que estuviera en condiciones de realizar algún operativo de envergadura, la represión que siguió a la captura de sus principales jefes fue de una enorme magnitud y se extendió durante muchos meses a distintas regiones del país afectando a colectivos sociales y políticos que no tenían relación con la OPM. En muchos aspectos, el Paraguay ya no fue el mismo después de esta dolorosa escalada represiva que dejó al régimen más omnipotente que nunca y a la oposición descreída de la posibilidad de un cambio político a corto plazo", destaca el investigador Alfredo Boccia Paz.

Juan Carlos Da Costa
Un sueño guerrillero, nacido en Chile

Dirigente universitario y conocido intelectual de izquierda, Juan Carlos Da Costa fue el principal líder del nuevo proyecto guerrillero que encontró a entusiastas seguidores en otros jóvenes líderes de movimientos estudiantiles, intelectuales y principalmente en algunos dirigentes de las Ligas Agrarias Cristianas (LAC), organizaciones campesinas que habían nacido en los años 60, estimulados por sectores progresistas de la Iglesia Católica, los que luego serían conocidos como partidarios de la Teología de la Liberación.
La OPM empezó a gestarse en 1971, en Santiago de Chile, donde se encontraban estudiando varios universitarios paraguayos, viviendo la atrayente experiencia de estar presentes en un país que iniciaba la experiencia de un gobierno socialista, el del presidente Salvador Allende.
Entre ellos Juan Carlos Da Costa, entonces de 27 años, quien "perseguía tenazmente la idea de crear un núcleo revolucionario que fuera capaz de construir una alianza obrero-campesina que asumiera la concepción de la guerra revolucionaria popular y prolongada. Su vida estaba dedicada integralmente a la construcción de un movimiento revolucionario. Acababa de sobrevivir a una larga pasantía en las cárceles de la dictadura donde fue bestialmente torturado y se reintegraba con más ímpetu a su lucha", narra Boccia.
De los primeros contactos participaron José Félix Bogado Tabacman, Víctor Hugo Ramos, Diego Abente y José Luis Simón, entre otros.
Completamente descreídos de las posibilidades de la oposición tradicional, veían como único camino el de establecer en el Paraguay una estructura organizativa mínima que cree las condiciones de una organización no visible para la represión.
El casco de la ex cárcel de Abraham Cué, donde se encarceló y torturó a los campesinos de las Ligas Agrarias, en Misiones.
El casco de la ex cárcel de Abraham Cué, donde se encarceló y torturó a los campesinos de las Ligas Agrarias, en Misiones.
"Da Costa se movía entre Santiago y la ciudad argentina de Corrientes, mientras intensificaba sus contactos con los Montoneros. Corrientes le interesaba particularmente. Cercana a Asunción, la ciudad albergaba una nutrida colonia de paraguayos y tenía una agitada vida política y universitaria. Más de mil estudiantes paraguayos poblaban las facultades", agrega Boccia.

Enfrentamientos en Lambaré y Barrio Herrera

El 3 de abril de 1976, el mismo día en que fue capturado, Carlos Brañas fue llevado al Departamento de Investigaciones de la Policía, en Asunción, donde fue golpeado e interrogado. Esa noche la Policía obtuvo los primeros datos que la llevaron a allanar una vivienda en Valle Apuá, Lambaré.
Luego de un nutrido intercambio de balazos resultó muerto el dirigente de la OPM, Martín Rolón. Su cadáver nunca fue entregado a sus familiares. Al mediodía siguiente, 4 de abril, fueron capturados Carlos Casco y Ricardo Schmalko, a su llegada de Corrientes.
A la tarde, la Policía invadió la casa de Carlos Fontclara, en Asunción y también lo apresó.
Esa misma noche, una brigada policial asaltó la casa de Mario Schaerer Prono en el barrio Herrera, a una cuadra del Hospital Universitario y muy cerca del Colegio San Cristóbal.
Poco antes se había realizado allí una reunión de los principales dirigentes de la OPM que, increíblemente aún no estaban enterados de la sucesión de caídas de cuadros de la organización, destaca Afredo Boccia.
"El comando policial irrumpió a las dos de la mañana y en el intercambio de disparos fue herido de muerte Juan Carlos Da Costa. Mario Schaerer Prono y su esposa Guillermina Kanonnikoff lograron escapar por el patio de fondo y bajo una lluvia de balas buscaron refugio en la casa de las monjas del Colegio San Cristóbal. Mario fue herido superficialmente en el dorso del pie. En la balacera también recibió un balazo en el abdomen el comisario Alberto Cantero", precisa Boccia.
Diego Abente, su esposa Stella Rojas y Miguel López Perito, que se encontraban en otra casa del OPM, recibieron un confuso llamado telefónico que los advertía de que había problemas en la casa de barrio Herrera.
Tomaron entonces una decisión terriblemente equivocada: ir a verificar "in situ" lo que sucedía. Con el archivo casi completo de OPM la furgoneta en la que iban fue rodeada por la Policía y todos conducidos al Departamento de Investigaciones. Esa misma madrugada en otro allanamiento realizado en San Lorenzo fue gravemente herido Constantino Coronel, histórico dirigente de la Ligas Agrarias.

El sacerdote que entregó a Mario Schaerer

Otro grave error de apreciación lo cometió al amanecer el sacerdote Raimundo Roy, del Colegio San Cristóbal, en el Barrio Herrera. Decidió entregar a la Policía a la pareja que se había refugiado en su parroquia basado en la promesa de la Policía de que no serían torturados.
Sin embargo, una vez en Investigaciones, Mario Schaerer sería torturado hasta morir.
"En la mañana del lunes 5 de abril, la OPM vivía una insólita situación. Los primeros caídos de la organización eran nada menos que sus principales jefes, aquellos en conocimiento del mayor caudal de información reservada de la organización", recuerda Boccia, quien escribió un libro sobre la historia de la OPM, titulado "La década inconclusa".
El investigador indica que "de sus tres jefes principales, uno había muerto (Juan Carlos Da Costa), otro estaba herido y preso (Constantino Coronel) y la tercera (Nidia González Talavera) era intensamente buscada. Buena parte de la dirección ampliada estaba presa o ya había sido identificada. Y como si todo este descalabro fuera poco, la Policía tenía en sus manos una enorme cantidad de documentos que permitía conocer la estructura de las columnas, los nombres de sus integrantes y hasta las fichas con las características personales de algunos de ellos. A la Policía no le restaba más que 'unir con flechas' o 'llenar los espacios vacíos' en los papeles que tenía en sus manos", señala el autor.
Sobrevivientes de la Pascua Dolorosa en Misiones.

La "Pascua dolorosa", en Misiones

La represión contra los campesinos de las Ligas Agrarias de Misiones fue conocida particularmente como "La Pascua Dolorosa", debido a que ocurrió en días de la Semana Santa.
El comisario Camilo Almada Morel, alias Sapriza, uno de los más celebres torturadores del stronismo, se encargó de la cacería humana en la región, habilitando como campo de concentración la cárcel de Abraham Cué, en San Juan Bautista de la Misiones, hasta donde fueron llevados centenares de campesinos que habitaban compañías y pueblos vecinos.
Nueve campesinos fueron ejecutados y muchísimos traídos en camiones a Asunción.
De esa manera, "el intento más serio de crear una resistencia armada en la segunda mitad del gobierno de Stroessner" fue desmantelado en muy pocos días, sin que sus miembros hayan podido llegar a realizar una sola acción armada.
El régimen aprovechó el episodio para reprimir también a muchos opositores que no estaban vinculados con la OPM.

Los principales acusados permanecieron varios años detenidos en varias cárceles, principalmente en el campo de concentración de Emboscada, a 30 kilómetros al noreste de Asunción.